“Todo acabará careciendo de importancia, o de esencialidad, salvo esto: padre, hijo, amor. Y entonces, mirando las cosas más sencillas, diremos todos: ¿podríamos haberlo aprendido hace tiempo? ¿No ha estado siempre grabado en el fondo de todo lo que es?”
Juan Pablo II
El Tríptico de Juan Pablo II a Dios Hijo, Padre y Espíritu Santo
El humanismo centrado en Cristo debía ser el tema conductor de su pontificado, y la meta de Redemptor Hominis, publicada el 4 de mayo de 1979, era anunciar a Jesucristo a la Iglesia y al mundo con aquella inolvidable frase: "No tengaís miedo, abrid las puestas a Cristo".
No obstante, la reflexión sobre la dignidad de la persona humana redimida por Cristo llevó de manera natural a una reflexión sobre el Dios Padre, que ha enviado a su Hijo para ser el redentor del mundo humano y esta segunda encíclica, Dives in misericordia, a su vez, lo condujo a una tercera, Dominun et vivificatem, en la que hizo profunda reflexión sobre el Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo para proseguir la obra redentora y santificadora del Cristo resucitado.
Así, la encíclica Redemptor Hominis (Redentor del Hombre) tuvo una fuerza expansiva y dio origen a dos encíclicas más:
Dives in misericordia (Rico en Misericordia), sobre Dios Padre, que fue publicada el 30 de noviembre de 1980.
Más tarde, el Beato Juan Pablo publicó la última encíclica de este triptico: Dominun et vivificatem (Señor y dador de vida), sobre Dios Espíritu Santo, publicada el 18 de mayo de 1986.
Así, la encíclica Redemptor Hominis (Redentor del Hombre) tuvo una fuerza expansiva y dio origen a dos encíclicas más:
Dives in misericordia (Rico en Misericordia), sobre Dios Padre, que fue publicada el 30 de noviembre de 1980.
Más tarde, el Beato Juan Pablo publicó la última encíclica de este triptico: Dominun et vivificatem (Señor y dador de vida), sobre Dios Espíritu Santo, publicada el 18 de mayo de 1986.
Dives in misericordia, la encíclica de mayor intensidad teológica entre todas las de Juan Pablo, también refleja dos dimensiones personales de su vida espiritual: Su devoción a la Divina Misericordia y su vocación paternal.
La devoción a la Divina Misericordia
Cracovia era el centro de la devoción a la “divina misericordia” promovida por la hermana Faustina Kowalska, quien fuera una mística polaca que murió en 1938, a la edad de treinta y tres años.
La hermana Faustina tuvo una serie de experiencias místicas, creía firmemente en haber sido llamada a renovar la devoción católica a la misericordia de Dios que, a su vez, llevaría a una renovación general de la vida espiritual católica.
Entre los elementos de la devoción a la misericordia divina figuraba la celebración del primer domingo después de Pascua como Domingo de la Divina Misericordia, el "rosario de la Divina Misericordia" (una oración que pide la misericordia de Dios para la Iglesia y el mundo) y una hora santa en memoria de la muerte de Cristo, durante la cual se rezan las estaciones de la cruz o se celebra la adoración de la Eucaristía.
El Icono de la
devoción es la imagen del Jesús Misericordioso, una pintura de Cristo con
túnica blanca y dos rayos saliéndole del pecho, en representación de la visión
que había tenido la hermana Faustina el 22 de febrero de 1931.
La hermana
Faustina recogió sus experiencias místicas en un diario espiritual que cubre
los cuatro años anteriores a su muerte. Al extenderse la devoción a la Divina Misericordia, y
plantearse el tema de la posible canonización de su fundadora, el diario de la
hermana Faustina fue sometido a un primer análisis por el padre Ignacy Rózycki,
antiguo profesor de Karol Wojtyla, residente, como él, en la calle Kanonicza y
director de su tesis sobre Max Scheler.
En su etapa de arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla defendió a la hermana Faustina contra las dudas surgidas en Roma sobre su ortodoxia (debidas en su mayoría a una traducción defectuosa de su diario al italiano), y promovió la causa de su beatificación.
Cuando empezó Dives in Misericordia, Karol Wojtyla ya elegido como Juan Pablo II, declaraba sentirse espiritualmente “muy próximo” a la hermana Faustina y llevaba “pensando en ella mucho tiempo”.
El sentimiento de afinidad espiritual se intensificó por obra del segundo elemento personal que influyó en la redacción de Dives in Misericordia.
La Vocación Paternal de Karol Wojtyla
Juan Pablo II también
llevaba mucho tiempo pensando en la paternidad. La convivencia con su padre
y con el inquebrantable príncipe-cardenal Adam Sapieha le había dado una
profunda experiencia de la paternidad, tanto
de la familiar como de la espiritual.
Tenía a su sacerdocio por una forma de paternidad. Cuando ahondó en sus intuiciones sobre ella, Karol Wojtyla hizo una dramática afirmación en su ensayo poético Reflexiones sobre la paternidad: “Todo acabará careciendo de importancia, o de esencialidad, salvo esto: padre, hijo, amor. Y entonces, mirando las cosas más sencillas, diremos todos: ¿podríamos haberlo aprendido hace tiempo? ¿No ha estado siempre grabado en el fondo de todo lo que es?”
Agregaba el entonces Papa: “En el fondo de todo lo que ES”, se encuentra la paternidad, no los electrones, los protones, los neutrones y demás componentes del átomo. Ahondando en su intuición de poeta a través de Dives in Misericordia, Juan Pablo II accedió a nuevas dimensiones de los textos bíblicos clásicos.
Los temas de la Biblia hebrea enriquecieron las reflexiones de Juan Pablo sobre el hecho de que Jesús hubiera predicado un Evangelio de misericordia. Su convicción de que el cristianismo sólo podía entenderse a través del judaísmo y su papel excepcional en la historia de la salvación era cada vez más firme.
Sostiene el texto del Beato Juan Pablo II que, si bien el amor misericordioso de Dios empieza “en el propio misterio de la creación”, la experiencia del pueblo de Israel revela que “la misericordia se manifestaba como un cualidad especial del amor”, lo bastante fuerte como para insistir con el hombre no obstante su inclinación “al pecado y la infidelidad”.
A pesar de que a lo largo de la Biblia hebrea Dios aparezca como un Dios de justicia, también se nos revela que “el amor es mayor que la justicia: Mayor en el sentido de que el amor de Dios es básico y fundamental”.
Para los cristianos, el mensaje se completa con el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, el icono más revelador de la misericordia del Padre.
La misericordia, pues, no sólo se revela como más fuerte que el pecado, sino más fuerte que la mismísima muerte.
Para el Beato Juan Pablo II, la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 14-32) es una síntesis de la teología bíblica de la misericordia y demuestra que la revelación de un verdadero humanismo desemboca inevitablemente en la cuestión de Dios.
En el análisis que hace el Beato Juan Pablo de esta parábola, una de las más conmovedoras del Nuevo Testamento, el hijo pródigo encarna al hombre corriente, abrumado por la tragedia de la condición humana que se ha perdido. Siendo fiel a su paternidad y yendo más allá de la norma estricta de la justicia, el padre clemente devuelve al hijo descarriado la verdad sobre sí mismo, es decir, la dignidad de su condición de hijo. La auténtica misericordia no debilita ni humilla a quien la recibe, sino que confirma al hombre arrepentido en toda su dignidad.
La misericordia también posee una dimensión colectiva o social. En este sentido, afirma Juan Pablo II que la impotencia o alienación que suele sentir la humanidad delante del progreso tecnológico, es una prueba manifiesta de la Verdad de la que dan testimonio la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento.
“La justicia en sí no basta, mientras a ese poder más profundo que es el amor no se le permita conformar la vida humana en sus múltiples dimensiones”.
Una de las maneras de superar la “inquietud” moderna es construir sociedades donde la justicia esté abierta al amor y la misericordia, genuina plenitud de las aspiraciones humanas. Dives in Misericordia mereció una atención periodística mucho menor que Redemptor Hominis, que fue una "noticia" más que una encíclica de contenido programático y novedoso.