Ayer se inauguraron las 26ta. Jornadas Mundial de la Juventud. Que mejor oportunidad que esta para iniciar este blog dedicado a la vida y al magisterio de Juan Pablo II.
Solo para ubicarnos temporalmente, digamos que las primeras jornadas fueron celebradas en Roma en el año 1985 y las segundas, que fueron las primeras con carácter internacional, se realizaron en la Ciudad de Buenos Aires en 1987.
Cuando el Papa Juan Pablo II impulsó en 1985 la realización de las primeras jornadas en Roma quedé vivamente impresionado por las razones que pronto les contaré. Pero cuando me enteré que Juan Pablo II había decidido realizar las segundas Jornadas Mundial de la Juventud en la Ciudad de Buenos Aires quedé "asombrado". Me pregunté si el querido Papa había decidido convocar a los jóvenes de todo el mundo en la Ciudad de Buenos Aires porque había leído aquella "extraña carta" que un joven argentino le había escrito cinco años atrás de su puño y letra.
El 12 de junio de 1982, Juan Pablo II viajó a la Argentina, directamente desde Londres, para solidarizarse con el pueblo argentino ante el conflicto bélico del Atlántico Sur. El viaje al Reino Unido había sido largamente planificado y era la primera vez que un Papa visitaba ese país, desde que Enrique VIII había decidido "fundar" la Iglesia Anglicana para legitimar su matrimonio con Ana Bolena. El viaje del Papa a la Argentina fue todo un testimonio hacia el pueblo argentino y, en modo alguno, un acto de apoyo a las autoridades militares que gobernaban el país. A Juan Pablo II no le gustaban las dictaduras, ni de izquierda ni de derecha, ...pero este es un tema para tratar en otra oportunidad.
Lo cierto fue que, ante la inesperada noticia de que el Papa venía a Buenos Aires, yo me encontraba bastante entusiasmado y hasta excitado con esa buena nueva.
Así, el 6 de junio de 1982 me fui a dormir, muy preocupado por los soldados argentinos y del Reino Unido que estaban muriendo en el helado sur de nuestra tierra. Para entonces se percibía que las operaciones bélicas no eran favorables para la Argentina, no obstante el esfuerzo de la Junta Militar para ocultar la realidad a la Nación.
En la madrugada del nuevo día, 7 de junio de 1982, me desperté exaltado a las tres de la mañana debido a un sueño muy extraño. Tomé lápiz y papel y sin levantarme de la cama me puse a escribir con mano fluida y decidida una carta al Papa Juan Pablo II. No se que habrá sido de ese papel en el que volqué mi impronta durante dos horas, si recuerdo que terminé de escribir a las cinco de la mañana y, muy cansado, me volví a dormir con una sensación de mucha paz.
Cuando desperté eran las nueve y media. Lo primero que hice fue mirar hacia la mesa de luz para constatar que la carta al Papa estaba allí y que no se trataba de un sueño dentro de otro sueño. La leí por primera vez y entonces, allí, en mi cama, tuve la sensación que esa carta no la había escrito yo y que no se trataba de un borrador sino de un escrito que debía pasar en limpio ya que en ese papel y con esa letra desalineada no podía ser presentada al destinatario.
Sin desayunar salí a comprar un papel carta de 120 gramos, el sobre pertinente y un sobre de papel manila de 30 cm. x 60 cm., para colocar el presente que tenía pensado hacerle al Papa: Dos hermosas fotografías de un esquiador descendiendo en nieve polvo, que había hecho ampliar para enmarcar. Adjunté a las fotos una esquela en la que le decía al Papa que le hacía ese regalo porque sabía cuánto le gustaba esquiar y cuánto disfrutaba de la montaña, ...lo que nunca le dije a Juan Pablo II fue que el esquiador era yo.
Pasé todo el día 7 de junio escribiendo prolijamente la carta, preparando el gran sobre de papel manila con las fotos y, una vez terminada de escribir, leyendo y releyendo la carta hasta las seis de la tarde. Así, dejé todo preparado para llevarla al día siguiente a la Nunciatura Apostólica y entregarla al primero que me quisiese recibir el presente.
Gracias a Dios, decidí sacar una fotocopia para quedarme con un duplicado de la nota ya que en aquel tiempo no había PC ni archivos de documentos y los manuscritos no se hacían por duplicado y, mucho menos con papel carbónico. Hoy, la tecnología, permite que esas viejas y arrugadas fotocopias hayan podido ser digitalizadas en un archivo .pdf, subidas al éter y, así, poder compartir con todos una carta que, para mí, lo dice todo en relación con las mociones que Juan Pablo II provocaba con todos, mas especialmente con los jóvenes:
Carta a Juan Pablo II
Siempre me he preguntado, y siempre me preguntaré, si esta carta de un joven argentino, que podría haber quedado sin firmar, fue leída por el querido Juan Pablo II. Incluso, llegué a pensar si esa visión del Papa, cercano y en diálogo profundo con la juventud, que yo le describo en la carta, no fue mi granito de arena que contribuyó a que Juan Pablo II iniciase este "Campeonato Mundial del Amor" que es el encuentro internacional de jóvenes en las ya famosísimas Jornadas Mundial de la Juventud.
A veces siento el deseo de escribirle al actual Arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, para enviarle una copia de la carta y preguntarle si alguna tuvo noticias de ella.
Formalmente, el Papa Juan Pablo II me respondió a esa carta, a través una nota formal de la Secretaría de Estado, suscripta por el entonces Monseñor Giovanni Bautista Re, agradeciendo la publicación enviada al Santo Padre e impartiéndome la Bendición Apostólica.
Nota de Santa Sede x Carta a JP II
Antes de recibir esa nota del Vaticano, recibí una esquela de la Nunciatura Apostólica en la Argentina en la que, con fecha 12 de junio de 1982, el Nuncio Apostólico, Monseñor Ubaldo Calabresi, me agradecía y me informaba que el Sumo Pontífice me retribuía el gesto impartiéndome la Bendición Apostólica. La esquela venía acompañada de una estampa del Papa Juan Pablo II. Al poco tiempo hice enmarcar la estampa y la esquela para conservarla con mucho cariño y desde entonces la contemplé con admiración. Luego del fallecimiento de Juan Pablo II, la contemplo y le rezo con devoción cada día de mi vida.
Este es el cuadro que obra en mi lugar de trabajo:
Solo para ubicarnos temporalmente, digamos que las primeras jornadas fueron celebradas en Roma en el año 1985 y las segundas, que fueron las primeras con carácter internacional, se realizaron en la Ciudad de Buenos Aires en 1987.
Cuando el Papa Juan Pablo II impulsó en 1985 la realización de las primeras jornadas en Roma quedé vivamente impresionado por las razones que pronto les contaré. Pero cuando me enteré que Juan Pablo II había decidido realizar las segundas Jornadas Mundial de la Juventud en la Ciudad de Buenos Aires quedé "asombrado". Me pregunté si el querido Papa había decidido convocar a los jóvenes de todo el mundo en la Ciudad de Buenos Aires porque había leído aquella "extraña carta" que un joven argentino le había escrito cinco años atrás de su puño y letra.
El 12 de junio de 1982, Juan Pablo II viajó a la Argentina, directamente desde Londres, para solidarizarse con el pueblo argentino ante el conflicto bélico del Atlántico Sur. El viaje al Reino Unido había sido largamente planificado y era la primera vez que un Papa visitaba ese país, desde que Enrique VIII había decidido "fundar" la Iglesia Anglicana para legitimar su matrimonio con Ana Bolena. El viaje del Papa a la Argentina fue todo un testimonio hacia el pueblo argentino y, en modo alguno, un acto de apoyo a las autoridades militares que gobernaban el país. A Juan Pablo II no le gustaban las dictaduras, ni de izquierda ni de derecha, ...pero este es un tema para tratar en otra oportunidad.
Lo cierto fue que, ante la inesperada noticia de que el Papa venía a Buenos Aires, yo me encontraba bastante entusiasmado y hasta excitado con esa buena nueva.
Así, el 6 de junio de 1982 me fui a dormir, muy preocupado por los soldados argentinos y del Reino Unido que estaban muriendo en el helado sur de nuestra tierra. Para entonces se percibía que las operaciones bélicas no eran favorables para la Argentina, no obstante el esfuerzo de la Junta Militar para ocultar la realidad a la Nación.
En la madrugada del nuevo día, 7 de junio de 1982, me desperté exaltado a las tres de la mañana debido a un sueño muy extraño. Tomé lápiz y papel y sin levantarme de la cama me puse a escribir con mano fluida y decidida una carta al Papa Juan Pablo II. No se que habrá sido de ese papel en el que volqué mi impronta durante dos horas, si recuerdo que terminé de escribir a las cinco de la mañana y, muy cansado, me volví a dormir con una sensación de mucha paz.
Cuando desperté eran las nueve y media. Lo primero que hice fue mirar hacia la mesa de luz para constatar que la carta al Papa estaba allí y que no se trataba de un sueño dentro de otro sueño. La leí por primera vez y entonces, allí, en mi cama, tuve la sensación que esa carta no la había escrito yo y que no se trataba de un borrador sino de un escrito que debía pasar en limpio ya que en ese papel y con esa letra desalineada no podía ser presentada al destinatario.
Sin desayunar salí a comprar un papel carta de 120 gramos, el sobre pertinente y un sobre de papel manila de 30 cm. x 60 cm., para colocar el presente que tenía pensado hacerle al Papa: Dos hermosas fotografías de un esquiador descendiendo en nieve polvo, que había hecho ampliar para enmarcar. Adjunté a las fotos una esquela en la que le decía al Papa que le hacía ese regalo porque sabía cuánto le gustaba esquiar y cuánto disfrutaba de la montaña, ...lo que nunca le dije a Juan Pablo II fue que el esquiador era yo.
Pasé todo el día 7 de junio escribiendo prolijamente la carta, preparando el gran sobre de papel manila con las fotos y, una vez terminada de escribir, leyendo y releyendo la carta hasta las seis de la tarde. Así, dejé todo preparado para llevarla al día siguiente a la Nunciatura Apostólica y entregarla al primero que me quisiese recibir el presente.
Gracias a Dios, decidí sacar una fotocopia para quedarme con un duplicado de la nota ya que en aquel tiempo no había PC ni archivos de documentos y los manuscritos no se hacían por duplicado y, mucho menos con papel carbónico. Hoy, la tecnología, permite que esas viejas y arrugadas fotocopias hayan podido ser digitalizadas en un archivo .pdf, subidas al éter y, así, poder compartir con todos una carta que, para mí, lo dice todo en relación con las mociones que Juan Pablo II provocaba con todos, mas especialmente con los jóvenes:
Carta a Juan Pablo II
Siempre me he preguntado, y siempre me preguntaré, si esta carta de un joven argentino, que podría haber quedado sin firmar, fue leída por el querido Juan Pablo II. Incluso, llegué a pensar si esa visión del Papa, cercano y en diálogo profundo con la juventud, que yo le describo en la carta, no fue mi granito de arena que contribuyó a que Juan Pablo II iniciase este "Campeonato Mundial del Amor" que es el encuentro internacional de jóvenes en las ya famosísimas Jornadas Mundial de la Juventud.
A veces siento el deseo de escribirle al actual Arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, para enviarle una copia de la carta y preguntarle si alguna tuvo noticias de ella.
Formalmente, el Papa Juan Pablo II me respondió a esa carta, a través una nota formal de la Secretaría de Estado, suscripta por el entonces Monseñor Giovanni Bautista Re, agradeciendo la publicación enviada al Santo Padre e impartiéndome la Bendición Apostólica.
Nota de Santa Sede x Carta a JP II
Antes de recibir esa nota del Vaticano, recibí una esquela de la Nunciatura Apostólica en la Argentina en la que, con fecha 12 de junio de 1982, el Nuncio Apostólico, Monseñor Ubaldo Calabresi, me agradecía y me informaba que el Sumo Pontífice me retribuía el gesto impartiéndome la Bendición Apostólica. La esquela venía acompañada de una estampa del Papa Juan Pablo II. Al poco tiempo hice enmarcar la estampa y la esquela para conservarla con mucho cariño y desde entonces la contemplé con admiración. Luego del fallecimiento de Juan Pablo II, la contemplo y le rezo con devoción cada día de mi vida.
Este es el cuadro que obra en mi lugar de trabajo: